sábado, 10 de abril de 2010

La Pérdida de mi Abuelo

                                                                                    I
Érase agosto, un día de semana que no recuerdo con exactitud, mediados, contaba con tan corta edad, era media mañana y la casa trasmitía tétricidad, el día estaba nublado y frígido.
Escuchaba los llantos de las personas que siempre me mostraron afecto, sollozaban desmedidamente, que me contagiaron el dolor y terminé con las lágrimas surcando mis pómulos y mejillas, al apreciar tan desgarradoras escenas de dolor interno, dolor del alma.
Luego de unos minutos pude advertir que el dolor y las reacciones eran por una pérdida irreparable, se había ido mi abuelo, pero no por designio del Divino, sino por la vileza de unos desdichados, quienes cobardemente le habían asesinado.
¿Qué tuvo que haber hecho él, para que le hayan estrangulado, para que le hayan arrancado la vida?. - me pregunté años más tarde -, no pude obtener respuestas razonables y sensatas años próximos y con su ausencia; pues simplemente no existe justificación cristiana y humana, -me respondo actualmente- y ahora que opté por ser un operador de esta prostituida justicia, a la que trato en gran medida de hacerla emerger en mis actuaciones, de estás causas nobles, que seguramente estoy destinado a mantener por el largo de mis días, los que cuentan con sosiego y armonía y se convulsionan e impacientan cada vez que el engranaje de las fauces infectas de la corrupción la hacen desplomarse groseramente, pese a la contundencia de las pruebas, convirtiéndola en una infame ramera.
Sí, ahora me he convertido en un operador del derecho; y trato en gran medida de meditar el asunto y darle una connotación jurídica y procesal, respecto del seguimiento de éste por ante los tribunales, y recreo la situación, para obtener respuestas hipotéticas, llegando a presuponer que la familia del asesinado, mi familia, con semejante atropello y pérdida, no podría afrontar un proceso en el que seguramente estuvo presente, la podredumbre que caracteriza a este infame poder del Estado, fama que se han encargado de otorgarle sus sedientos y ávidos servidores, obteniendo como respuesta una sensación de insatisfacción e impunidad, como casi siempre acontece, si existe la dádiva monetaria como elemento esencial para comprar conciencias y voluntades.
El acto cobarde contra la humanidad de mi Abuelo, contra su plegado cuello, contra las articulaciones de sus fornidos brazos y hombros, constituye – y siempre ha sido así – un delito con agravante alevoso de crueldad y premeditación, agregado que su perpetración se produjo con la concurrencia de más de dos autores, quienes se aseguraron de crear una desventaja marcada en la víctima, ya que eliminaron las facultades de su defensa y se aseguraron de obtener éxito en sus macabros propósitos; cuentan que uno de los cómplices refirió: “ … están seguros que está bien muerto. Véanlo nuevamente y asegúrense de que así sea …”. Designio que fuera ejecutado con toda cautela, cuando mi abuelo agonizaba o trataba de aferrarse a la vida y luchaba ferozmente con su propias fuerzas para tratar de ponerse a buen recaudo, hecho que no consiguió porque sus verdugos tenían el injustificado propósito de eliminarlo, sin tener certeza hasta la actualidad de cuál fue el real propósito y móvil para dar fin a mi bondadoso abuelo.
Fue traumática la pérdida. Tuve la fortuna de poder conocerlo fugazmente; soy uno de los dos nietos que pudo conocer; el otro era mi hermano, nos tuvo a su lado pocos días de la última fase de su vida. Era una persona incomparable, prodigaba virtud, - así cuentan los que pudieron conocerlo-. Recuerdo que nos cogía de la mano y nos llevaba a traer el pan, por las mañanas; de la canasta escogía uno de ellos y al llegar a casa generalmente habíamos devorado poco más de la mitad, quedando ya tan solo unos cuantos bocados para consumirlos en su totalidad.
Disfrutaba tanto del manjarblanco, preparado por el gran amor de su vida, la abuela, - como olvidarlo -, preparado éste, generalmente cuando no llegaba el lechero de la empresa de lácteos Perulac, por una avería o por un desperfecto, ya sea mecánico, o por lo intransitable de la carretera; camión éste, encargado de recabar la producción de leche de los lugares aledaños al distrito y dirigirlo a la capital de departamento. Este delicioso dulce, era concedido a todos los miembros de mi querida familia, luego del almuerzo, administrado y extraído en una cucharilla rebosante, del tazón blanco de porcelana, el cual alguna vez seguramente cayó y cedió en el impacto, parte de su cubrimiento blanco, quedando en dicho punto una especie de lunar.
Las cosas definitivamente cambiaron desde ese fatídico día. Mi abuelo no regresaría físicamente, no nos arrullaría y nos conduciría mas, a nuestra fría cama, luego de consumir nuestra cena, o de activarse nuestro parasimpático, por la tarde, al beber el néctar de sus vacunos que tan cuidadosamente se encargaba de separarnos, con la esperanza de que nuestras pequeñas humanidades se nutran, y podamos crecer con vitalidad y desarrollar nuestra habilidad que de seguramente hemos heredado mucho más que su melodioso apellido.

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